Vivir en el presente ¿dónde si no?

Si realmente fluyéramos con la vida estaríamos siempre viviendo el presente. Viviríamos en armonía porque la atención estaría dirigida hacia un punto específico, sacándonos de nosotros mismos, y no dispersa y alterada de pensamiento en pensamiento. Cuando comemos, cuando caminamos, cuando hablamos con alguien o trabajamos estamos mentalmente en otra parte y nos perdemos del momento de nutrir nuestro cuerpo, de darle energía y aire al caminar, de conectarse con quien tenemos en frente en un nivel más profundo, o de crear en lugar de trabajar por cumplir. Nos perdemos el asombro y el disfrute y en cambio utilizamos más energía de la que necesitamos. Vivimos tan intranquilos por lo que deberíamos ser que la mente no nos deja descansar.

No habría miedo al futuro ni dolor de lo que ya no es. Una de las más fuertes trampas que nos hace la mente es estar en un momento diferente al ahora. Estamos aquí, pero no vemos realmente lo que tenemos en frente. Muchas veces estamos llenos de apegos, temores y patrones mentales que nos condicionan y nos roban la paz y el disfrute. El pasado nos ata porque lo lamentamos inútilmente o porque no queremos aceptar que ya no está. El futuro nos aterra porque es incierto pero es la naturaleza de la vida. En lugar de ver todas las posibilidades, las nuevas oportunidades y los motivos de disfrute y asombro que tenemos en este momento.

Mientras estamos aferrados al pasado y mientras nos proyectamos siempre al futuro, la vida pasa ofreciéndonos miles de cosas y no nos damos cuenta. Si aprendemos a soltar y a vivir siempre el momento presente disfrutaremos más la vida y viviremos con menos cargas. Este instante es lo único que existe. Estar presentes nos conecta con la dicha del momento y es una condición fundamental para trascender nuestra experiencia individual y alcanzar un nivel de conciencia universal. Yoga es permitirnos simplemente ser.

Abre tu corazón y piensa positivamente

Esta es una de las más importantes lecciones del yoga. El amor es en realidad un camino y también uno de los principales objetivos del yoga, pues el amor es el estado en el que se vive cuando hay una realización espiritual. Uno de sus orígenes es ahimsa, que quiere decir en sánscrito no violencia y que es un precepto que comparten el yoga y el budismo, es el primero yama que describe Patanjali en los Yoga Sutras, es decir el primero de los diez preceptos éticos que se deben poner en práctica para que haya un verdadero progreso espiritual y que forma parte de uno de los ocho pasos del yoga.

Ahimsa, más que una restricción, es un precepto activo que nos conduce hacia el amor, la tolerancia, la compasión, la generosidad, entre muchas otras cualidades positivas de un corazón abierto y que desarrollamos con la activación de anahata chakra (Corazón).

Si tenemos el amor como referente y si pensamos positivamente, si remplazamos por afirmaciones basadas en el amor los pensamientos o emociones negativas que nos atormentan y envenenan físicamente, que atraen experiencias a su vez negativas y que hacen daño a los demás, utilizaremos el poder de la mente para aportar al mundo, viviremos más sosegados y nos abriremos a una realidad trascendente porque cada vez estaremos más en sintonía con ella.